Sedientos de Tinta

Soy una cabecera que desaparece y reaparece, algunas veces...

La historia que voy a relatar es, cuanto menos, macabra. No sé si hago bien en escribirla, puesto que su imprudente lectura podría desembocar en una terrible mal interpretación de la gravedad de la situación, y es sabido que el cosmos está lleno de imprudentes; pero siento que debo hacerlo. Hay algo en mi interior que no logro reprimir, y sospecho que se trata de un deber moral, de una necesidad de contarle al mundo un hecho tan aberrante como real. Si, señoras y señores, lo que leyeron: REAL. Puede que ahora no alcancen a contemplar la magnitud de lo que significa que algo así haya sido parte de una realidad tan palpable como es ésta en la que vivimos, pero doy por hecho que lo entenderán al finalizar la lectura de este documento. Y también doy por hecho que, como yo lo hice en un principio, sentirán angustia, y pedirán a Dios que se apiade del alma de ese pobre hombre que hoy, a través de mis palabras, se convierte en el principal y único protagonista de una narración diabólica, puesto que solo el poder de Satán pudo haber concebido algo tan malévolamente perverso. Así que dicho esto, solo me queda avisar que la historia está contada por puño y letra de su desafortunado personaje principal, y yo solo me limite a hacer unas meras correcciones y colocarle un título. Espero que la disfruten (y seguramente lo harán. Si, les hablo a uds., seres mórbidamente repugnantes, adictos a la Internet y al chocolate en barra, que disfrutan con cada milímetro cúbico de sangre que se vierte en esas cochinas películas que suelen alquilar, y que se burlan de la gente constantemente solo para impedir que alguien tenga tiempo suficiente para darse cuenta del minúsculo tamaño de sus penes. Ojala se pudran en el infierno!! El resto del cuerpo lector sepa disculpar).


MALDICIÓN GENITAL

Estoy a punto de hacer algo que va contra todas las leyes de la masculinidad, si es que éstas existen. Nunca imaginé que pasaría, pero a esta altura de las circunstancias es la única vía de escape posible que se me ocurre. No puedo permitir que esto continúe. La mano me tiembla, y estoy sudando más de lo normal, pero no importa. Debo seguir escribiendo esto, este testimonio del hecho más terrorífico en la historia de la humanidad. Tal vez algún día le sirva de ayuda a alguien. O tal vez se convierta en una de esas películas que uno mira cuando no puede dormir, para el caso… Bien, empezaré por el principio de la pesadilla.
Todo comenzó un martes 2 de junio, lo recuerdo claramente, hace exactamente dos semanas. Estaba en casa de la señora Moph, haciendo mi rutina habitual de los martes por la noche, cuando me invadió una horrible sensación de que algo no andaba bien. Tenía a Susie, como yo la llamaba, con su hermoso cuerpo casi desnudo sobre mí, pero extrañamente me sentía desganado, como si toda la excitación que hacía unos instantes me sacudía hubiera desaparecido. Ah!, me olvidaba. Como cada hombre en mi familia, yo era lo que orgullosamente llamábamos “acompañante casual para damas solitarias”, aunque muchas de nuestras clientas preferían términos tales como “cachorrito”, “bebé de mami” o “matafuegos”, ya se imaginarán porqué… Volviendo, me costaba creer que con los enormes melones de Susie balanceándose frente a mí mi entrepierna se mantuviera tan muerta como un…, bueno, como un muerto, con lo que decidí cortar la sesión e irme a casa.
Apenas llegué desparramé sobre la mesa la enorme colección de revistas Playboy que tanto me habían ayudado en mi años adolescentes, pero no logré nada. Mi mejor amigo seguía tan dormido como La bella durmiente, salvo por el hecho de que era un tanto más peludo. Lo tomé en mis manos y le hablé. Si, le hablé por horas, toda la noche, pero no conseguí revivirlo.
Por la mañana fui a ver al doctor Spencer, rezando porque me dijera que era algo temporal, cosa de unas horas, aunque en mi fuero interno sabía que las cosas no iban a ser tan fáciles. ¡Y vaya si no me equivocaba! El doc analizó cada centímetro de mi muchacho (no hace falta aclarar que le llevó un buen rato, teniendo en cuenta la cantidad de centímetros), y al terminar, estaba tan confundido como yo. No encontraba explicación posible, con lo cual prefirió no ahondar mucho en el tema y dejar que la naturaleza siguiera su curso, según sus propias palabras. Me mandó de vuelta a casa, diciéndome que no me preocupara y que me concentrara en descansar.
Los días pasaron lentamente, mientras que yo, sin posibilidades de trabajar, me dedique a observar a mi miembro durante largos ratos, acariciándolo, leyéndole literatura erótica para motivarlo y dibujando sobre él de tanto en tanto con un fibrón fluorescente, aunque, claro, todo fue en vano.
Por las noches salía a caminar bajo la luz de la luna, y era en esos paseos donde mi mente se llenaba de extraños pensamientos, y no podía evitar prorrumpir en llantos. Si él no daba señales de vida, ¿como se suponía que debía continuar? Debo admitir que me sentía solo, muy solo, y más de una vez pensé en tirarme al océano y acabar de una vez por todas con este tormento. Aunque, por supuesto, el verdadero tormento estaba aún por llegar.
Una semana después del incidente, el 9 de junio, me lancé a caminar por el medio de la avenida principal, completamente ebrio y a mitad de la noche. Me abalancé sobre el trasero de varias mujeres, pero no conseguí nada más que varios furiosos golpes de cartera y un que otro puñetazo. Abatido, entré en un bar, y puedo afirmar que fue en ese preciso instante donde tuvo lugar el principio del fin.
El lugar rebosaba de hombres con poca ropa, y todos hablaban de una forma tan afeminada y se movían de una forma tan amanerada que me daba náuseas. O tal vez era el alcohol. No importa, a lo que voy es que el bar estaba tan lleno de homosexuales que me apresuré a salir, pero fue ahí cuando sentí algo que no experimentaba desde, me parecía, una eternidad: una erección.
Desesperado, salí corriendo, y lo último que vi fue una enorme pared frente a mí. Me desperté tendido en la calle, con un terrible dolor de cabeza. ¿Había sido todo un sueño? La erección había desaparecido, pero estaba casi seguro de que todo había sido real, con lo cual decidí cerciorarme. Caminé hasta el kiosco de revistas más cercano, y tras pedirle al cielo que me perdone, compré una revista llamada “Bigpollas para el hombre del siglo XXI”. No alcancé a hojear las primeras páginas que sentí como mi miembro tomaba poder y se enderezaba. Era demasiado.
Tiré la revista, y corrí como nunca en mi vida. Corrí, lleno de terror, de dolor, de ira. Llegué al hospital, y entré salvajemente en el consultorio de doc Spencer. Le conté todo lo que había pasado, con lágrimas en los ojos, e inclusive le mostré mi erecto miembro, pero Spencer se limitó a sonreír, y con una escalofriante voz alegre me dijo:
- Es increíble. Debe de ser el primer caso en la historia. Lamento decírtelo, muchacho, pero es la triste verdad: tu pene es gay.
La palabra resonó en mi cabeza, y tardé un par de segundos en asimilarlo. GAY. No, no era posible. Definitivamente NO. Pero el doc siguió hablando.
- Es curioso, debo aceptar. Tu pene tiene una orientación sexual diferente a la tuya. Él es claramente homosexual, pero tu no. Es curioso, repito.
Todo mi cuerpo se vio sacudido por una oleada de frustración y, sobre todo, de desesperación. Salí del hospital caminando lentamente, y más lentamente aún regresé a mi casa. Desde ese momento no volví a dormir. Tampoco comí, y ni siquiera atendí el teléfono. Apenas si fui al baño, pero cada vez que me lo veía empezaba a llorar ruidosamente, por horas y horas. Fueron los días más oscuros de mi vida.
Finalmente, fue ayer cuando la solución comenzó a hacerse presente. Recibí la visita de un íntimo amigo, que tras manifestar lo apenado que se sentía por mi desdicha, se sentó en mi computadora, y estuvo así largo rato, hasta que dijo:
- ¡Por fin! ¡Sabía que lo había visto en algún sitio!
Se movió para que pudiera ver la pantalla, y fue entonces que pude leer “la revelación” de mi vida. El artículo decía:

“En el Antiguo Egipto, existían innumerables maldiciones que los esclavos conjuraban para vengarse de todo aquel que los maltratara, pero fue una en particular la que causó estragos entré el Faraón y sus seguidores. En una noche de juerga, por decirlo de alguna manera, el mencionado líder intentó abusar de una joven y bella esclava. El padre de ésta, un poderoso hechicero, maldijo al Faraón y a todos los que lo rodeaban, sosteniendo que la parte más importante de sus cuerpos se vería influenciada por oscuros pensamientos que los llevarían a cometer actos de extraña naturaleza. El anciano fue condenado a muerte al instante, pero fue en una fiesta en honor al dios Osiris cuando todo cambió, ya que todos los penes presentes se vieron envueltos en una erección masiva, obligando a sus dueños a mantener relaciones por días enteros, con lo cual el Faraón tomó consciencia de la maléfica verdad: sus miembros viriles eran homosexuales. Desesperados, imploraron ayuda a todos los dioses, y cuentan las leyendas que fue uno de ellos el que les dijo que mutilando a sus penes todo se acabaría. Así lo hicieron, y no se sabe exactamente que pasó después, pero se dice que la maldición se rompió, aunque nunca más nadie vio al Faraón o a alguno de sus fieles secuaces.”

Apenas terminé de leer, mi mente empezó a trabajar. Despedí a mi amigo (ahora que lo pienso prácticamente lo eché), y comencé a planear lo que sería la empresa más arriesgada de mi existencia, pero a la vez la más necesaria.
Y aquí estoy, observando a mi pene, a ese fiel compañero que había sido tocado por el diablo. Tengo la vieja escopeta de mi abuelo en las manos, y creo que ya es tiempo de hacerlo. Espero que funcione. Voy a apoyar la punta del caño del arma sobre él, y luego voy a disparar. Sé que va a doler, pero es el sacrificio que debo enfrentar por el bien de todos. Aquí me despido. Es hora de hacer lo que un hombre debe hacer. Adiós…


Así concluyeron los escritos de nuestro infortunado héroe, cuyo nombre no creo necesario mencionar. A la mañana siguiente fue encontrado en un su casa, ya sin vida. Su miembro había desaparecido, pero, curiosamente, había fallecido con una sonrisa de oreja a oreja dibujada en su rostro. Puede que muchos (y sí, nuevamente les hablo a uds., pérfidos degeneraditos con exceso de grasa corporal y un enorme trasero. Aunque es comprensible que sea grande. Hay que compensar por otras cosas más pequeñas…) vean esto como una simple historia de humor, pero sepan que no es así. Pónganse en la piel de su protagonista, e imagínense. Imagínense que es su pene el que se vuelve homosexual. Usted, un gran macho, y él, tan gay como es posible. Es un pensamiento horrible, lo sé, pero es real. Recordemos al héroe que no cedió ante los impulsos de su propiedad más preciada, sino que, en un acto de infinita sabiduría, prefirió callarlo y acabar con el dolor. Porque eso es lo que hace un verdadero hombre. Recordémoslo, y recemos para que nunca más suceda algo así. Recemos, y tengamos Fe. Sólo Fe.

Autor: M.s.O

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